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Un café con… Guillermo Lorenzo, lingüista de la Universidad de Oviedo, para Cronistar. Comunicación
Por Gabriel Gallego, periodista

En noviembre de 2020, mi antiguo y querido alumno Gabriel Gallego me hizo esta entrevista para inaugurar una sección (Un café con…) de la web corporativa de la empresa de comunicación Cronistar© para la que trabaja. Como la sección no ha resistido un cambio en la organización y diseño de esa web y porque me sigo reconociendo en cada una de las palabras con que respondí a las preguntas de Gabriel, he querido mantener esa entrevista viva en mi propia página. Ojalá a alguno le apetezca leerla tomándose un buen café.

¿Cómo han afectado las redes sociales al lenguaje?

En algunos aspectos, de ningún modo en particular. El organismo humano no ha cambiado en aspectos relevantes y los niños siguen aprendiendo a hablar igual que siempre. Los padres siguen haciéndoles el mismo caso (más o menos, según las situaciones), se escolarizan tempranamente y socializan con otros niños y con más adultos, etc. Las aplicaciones informáticas de todo tipo simplemente se suman, también con diferente protagonismo según los entornos familiares, a los recursos y estímulos que los niños tienen a su alcance para apropiarse de la lengua que los rodea. En otros aspectos, el lenguaje se ha enriquecido, porque ha tenido que adaptarse a nuevos territorios de uso. Si esto ha ido en detrimento de la pericia en otros, supongo que el remedio está en la educación, que empieza por el estímulo familiar. Mucho de lo que se achaca a las redes sociales tal vez sea el reflejo de una crisis educativa generalizada.

¿Se ha perdido calidad en el lenguaje escrito?

Cuando escribo uno de esos mensajes de texto que la RAE™ recomienda llamar wasap, suelo poner hasta el último acento y la última coma. Y nada de abreviaturas. Me salen cajas de texto enormes, nada que ver con esos mensajes entrecortados y encabalgados que escribe todo el mundo para agilizar las respuestas. Quien lo hace mal soy yo, evidentemente. No creo que exista un canon de calidad lingüística aplicable a todos sus usos. Cada uso reclama sus convenciones y sus trucos. En el caso que comentamos, creo que la virtud está del lado de quienes han sabido adaptarse a las características de los nuevos medios de escritura.

¿Les cuesta más a los jóvenes redactar textos académicos? ¿Por qué?

Yo sigo apreciando una proporción semejante entre buenos y malos redactores de escritos académicos entre mis alumnos actuales y los de hace quince o veinte años. Se sabe que la memoria endulza los recuerdos. Probablemente ocurre que los profesores comparan las peores redacciones que leen hoy con las mejores que recuerdan del pasado, olvidándose de que en cualquier tiempo pasado también se escribía peor.

 

¿Podríamos hablar de un desvanecimiento de la jerarquía comunicativa entre profesor y alumno?

Solo puedo hablar en primera persona, porque no asisto a las clases de otros colegas. Yo siempre he actuado en clase como si no existiese tal jerarquía. Pero, sin duda, sigue estando presente, incluso en detalles tan sutiles como que las aulas continúan teniendo una tarima elevada para el profesor. Esa tarima no es un puesto de observación privilegiado (su altura no da para tanto), sino la “cátedra”: se supone que el profesor habla ex catedra, desde la cátedra, es decir, que efectivamente se le presupone una superioridad de rango. Es uno de tantos resquicios eclesiástico/militares que quedan en la universidad. Otro es la existencia de los propios catedráticos, sin ningún tipo de atribución que realmente justifique su rango.

¿Podrías contarme alguna anécdota desde tu experiencia docente?

Tiene relación con lo anterior. Un profesor, colega de departamento y con quien compartía grupo, dijo de mí a nuestros alumnos comunes que mi falta de decoro en el vestir demostraba falta de respeto hacia ellos. Bueno, eso y que llevaba una botella de agua a clase, cuando no era habitual algo así. A mí me lo había recomendado el médico después de un episodio agudo de cólicos renales. Lo curioso es que yo tuve profesores muy distinguidos que se fumaban un puro durante la clase. Eso sí, de traje y corbata.

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