• Reggae MusicS of Jamaica •
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(White man) in Hammersmith Palais
Las canciones de The Clash son en su mayoría tan rotundamente buenas que uno se podría pasar la vida escuchándolas sin prestar atención a las letras, que en muchos casos multiplican su valor. “(White man) in Hammersmith Palais” es un buen ejemplo. Apareció como 7” en 1978 en el Reino Unido y está incluida en la edición americana del primer LP del grupo. Vale la pena escucharla y leerla una vez más. El planteamiento no puede ser más original: se trata de un ejercicio de crítica del momento (socio) musical (y nada favorable, por cierto). Meta-música crítica, pues; todo un hallazgo. Pero es algo más que eso. Es, además, un valiosísimo fragmento de historiografía de la periferia musical popular londinense de finales de los años setenta del siglo veinte.
Cuatro nombres son referidos en las primeras dos estrofas de la canción: Dillinger, Leroy Smart, Delroy Wilson y Ken Boothe. Todo un poker de ases del reggae jamaicano de los años setenta. Cuesta por eso entender que la valoración de Strummer sea, en apariencia, la de un espectador insatisfecho de un concierto que cabría imaginar histórico.
Lester Bullock 'Dillinger' (Kingston, 1953) es una de las referencias más destacadas de la segunda generación de deejays (2) jamaicanos. Formado con Dennis Alcapone y producido en sus primeros trabajos por Lee 'Scratch' Perry, Augustus Pablo y Coxsone Dodd, entre otros, Dillinger debió de ser en la época cualquier cosa menos un músico cualquiera más de la escena jamaicana. Por centrarme en una fecha especialmente significativa, Dillinger publicó en 1977 un excelente y, yo diría, provocativo album (aunque me falte una perspectiva histórica certera) titulado Answer Me Question (3). Absolutamente recomendable en todos los sentidos, pero muy especialmente por el toast casi limítrofe con el hip-hop, en el que se evidencia un esfuerzo claramente perceptible al oído por parte de Dillinger. Por momentos, se diría que va a desfallecer en el intento de sacar adelante la canción. Gran disco, insisto, totalmente recomendable.
Delroy 'Cool Operator' Wilson (Kingston, 1948-Kingston, 1995) repite ciertos aspectos del perfil de Dillinger, como su proximidad temprana a gigantes como Coxsone y otros productores de primera categoría, bajo cuyos auspicios triunfó como primer niño estrella de la música jamaicana. Delroy Wilson creció al mismo tiempo que el ska daba lugar al rocksteady, y a algo así como una versión dulcificada de este último género, ya dulce en sí mismo, permaneció anclado su estilo durante casi toda su carrera adulta. Escuchar su afamado Sarge (4) y compararlo con el Answer… de Dillinger puede ser un ejercicio interesante. Como también puede ser interesante escuchar el algo más tardío, pero relativamente poco evolucionado, Worth Your Weight In Gold (5). El disco destaca especialmente por los largos desarrollos instrumentales al final de las canciones, en algo que podrían venir a ser sus versiones dub, de no ser porque se trata de cuidadas elaboraciones orquestales. Uno ciertamente no se imagina a Strummer admirándolas (6).
Ken Boothe (Kingston, 1948) es, en cambio, una figura incuestionable. Cuesta creer que no contase con la admiración de Joe Strummer. Seguro que la tuvo. Sus orígenes y el perfil de su evolución musical no difiere demasiado de los casos anteriores. Pero hay algo distintivo en Boothe, algo que se percibe particularmente en su grabación de 1978, Got to Get Away Showcase, a las órdenes del genial Phill Pratt (7): una inequívoca llamada a la revuelta, que no podría dejar indiferente a Joe bajo ningún punto de vista. Las sucesivas elaboraciones y reelaboraciones del puñado de motivos musicales que componen el disco dejan al oyente en un maravilloso estado de hipnotismo. Vale la pena comprobarlo por uno mismo
De los cuatro músicos señalados por Strummer, Leroy Smart (Kingston, 1952) es con el que menos familiarizado estoy. En 1977 se manifiesta como un avanzado del roots más comprometido con la utopía africanista (8). Nada que ver, desde luego, con cualquier forma del escapismo vacuo a la Four Tops, que con razón sublevaba a Strummer.
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Existe un disco conmemorativo de la sesión nocturna del 5 de junio de 1977, en el Hammersmith Palais de Londres, que reunió a estos cuatro ases de la canción jamaicana. ¡Ojo! No se trata de un registro de la sesión. Es un breve recopilatorio de 7" con una canción representativa de cada uno de los artistas. Se trata de un edición especial del Record Store Day de 2017, preciosa desde todos los puntos de vista. La portada del disco es, para empezar, un réplica del cartel real de aquella sesión. La selección de canciones es, sin la menor duda, perfecta. Absolutamente imposible que Joe Strummer no se hubiese entusiasmado escuchándola una y otra vez.
Existe también una magnífica antología, en formato LP, con interpretaciones de los cuatro músicos. Fue editada en 2018 por Kingston Sounds y se titula, claro, Mindnight to Six Man… First Time From Jamaica. Ambos discos son imprescindibles.
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Quién habla en una canción, como quién habla en un poema, es uno de los aspectos más intrigantes de una y otra forma creativas. Pensar que lo hace una primera persona bien definida, que además se corresponde con el autor del texto, es una visión más bien ingenua de la cuestión. Probablemente no exista una respuesta clara y que se aplique por igual a todas la canciones y a todos los poemas. Lo explica perfectamente bien el crítico Jonathan Culler, en su reciente Theory of the Lyric (9). Para quienes gustan de tener todos los cabos bien atados en cuestiones de interpretación, la idea es incómoda, por supuesto. Pero se trata seguramente de uno más de los motivos por los que disfrutamos del texto poético, escrito o cantado. Así pues, ¿quién habla en "(White man) in Hammersmith Palais"?
Por lo que se refiere al acontecimiento real en que se basa la canción, no existe la menor duda, porque, Strummer ausente, contamos con la mejor autoridad para solventar el asunto. El músico y cineasta Don Letts fue quien llevó a Joe Strummer al evento de Hammersmith Palais. Confirma que Joe era el único rostro pálido del lugar y confirma también que el evento le provocó disgusto (10). Fue, sin duda, un típico caso en que la cruda realidad de los hechos hace añicos nuestro mucho más idílico imaginario. Strummer no se encontró en Hammersmith, como imaginaba, una multitud de rastas prestos a ser encendidos por aquellos cantantes, antes de poner rumbo a Westminster y convertir en una pira el Parlamento del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Se encontró, en cambio, en medio de una multitud gozosa dispuesta a disfrutar de la música, bailando y comiendo todo tipo de especialidad callejera jamaicana. En su cabeza no cabía, entonces, que pasárselo bien sea una de las formas más sutiles y corrosivas de hacer la revolución. Tal vez pasaba también por alto que aquella multitud estaba lejos de tener las barricadas en su mente porque, en fin, su revolución pendiente estaba lejos, en una isla en mitad del Caribe, y habían claudicado de hacerla por el momento. Todo es relativo. La independencia de Jamaica fue un regalo envenenado y, aunque un ghetto es obviamente un ghetto, uno en la periferia de Londres seguramente sea más llevadero que uno en la de Kingston. La cifra de jamaicanos en la diáspora tras la independencia del país casi equivale a la de los residentes en el territorio nacional. La probabilidad de encontrarse con la revolución una noche de domingo de 1977 en el Hammersmith Palais de Danse era más bien nula. Dice Letts que Strummer sin duda relativizó todo esto más adelante, pero que lo que vivió entonces fue un fiasco es incuestionable.
Sin embargo, una cosa son las vivencias reales de un letrista y otra, bien diferente, lo que la canción sigue diciendo para cada nuevo oyente o en cada nueva audición. Solo entonces se revela su auténtico sentido. Está tan fuera de cuestión como que no existe ningún sentido privilegiado y mejor que los demás. Tiene importancia, no obstante, conocer y dar a conocer el sentido que unos y otros damos a un mismo texto o a una misma canción. Pocos ejercicios pueden ser más eficaces como práctica de democracia y tolerancia interpretativas (y no solo).
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El sentido que prefiero dar a la canción es dialógico, así como la propia situación en el Hammersmith Palais sería, sin duda alguna, una especie de carnaval y, por tanto, epítome de dialogismo para Bakhtin (11). Nos sitúa, de entrada, en el prometedor espacio ocupado por una multitud oprimida frente a artistas bien conocidos por sus inclinaciones contestatarias. Se hace entonces manifiesta la primera voz de la canción, que es la del observador decepcionado ante el conformismo lúdico de todos aquellos desarraigados sociales, que se limitan a bailar y hacer ostensión de sus peinados o extravagantes sombreros. La canción entra entonces en ese giro que tanto ha llamado la atención de los comentaristas, al convirtirse en una punzante crítica al sistema político local y a la pasividad complaciente de los artistas, personificada en la 'nueva ola' por venir, calculadamente diseñada por la industria y como directamente inyectada en vena a la juventud ociosa. Pero esta es ya otra voz, que rebate a la primera, de manera rotunda, por comparación: los caribeños han construido, al menos, su propia forma de disfrutar y son plenamente dueños de sí mismos cuando disfrutan. ¿Podemos decir de nosotros, blancos orgullosos, algo semejante? ¿Alcanzamos en algún momento de nuestro día a día semejante plenitud? Por muy blancos que tengamos la fortuna de ser, tan solo somos una multitud domesticada que no goza, simplemente consume. New wave, power pop, punk… Productos para usar y tirar. Más envoltorio que sustancia. Pan y circo. Opio.
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Poco más de dos años después del festival reggae que reunió a Boothe, Dillinger, Smart y Wilson, el 16 Tons Tour de The Clash pasó por el Hammersmith Palais de Danse (12). Era junio de 1980. The Clash había publicado el año anterior London Calling y estaba a punto de concluir las grabaciones de Sandinista, que sería editado en diciembre de 1980. Se había convertido, sin duda, en la mejor banda de rock de todos los tiempos. A tres libras la entrada, Jimmy Anscombe y Aethelthryth Mrtus Jr., white y black youngsters, amigos del alma desde que el segundo rescató, más o menos bien parado, al primero de un incidente callejero en Brixton, acudieron a la sesión del día 17. El concierto comenzó con el "Clash city rockers" y concluyó, treinta canciones después, con "Garageland". "(White man) in Hammersmith Palais" fue la undécima del setlist, precedida de "Spanish bombs" y seguida de "Somebody got murdered". A la salida del concierto, cerveza en mano, Jimmy, aún temblando y con la música vibrando en cada uno de sus músculos, pidió a Aethelthryth su opinión. Aethelthryth, frío, respondió:
— Crawny. Babylon stuff. Only good to tame beasts.
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(2) No debe confundirse el deejay jamaicano con lo que habitualmente conocemos como DJ (selector, en Jamaica). El deejay canta la música que selecciona. Por eso, se le llama también, con acierto, singjay.
(3) Dillinger. Ask Me Question. Radiation, 2017 (ed.or. Scramble, 1977). En realidad, Dillinger publicó más discos ese año. Discogs.com™le atribuye cinco.
(4) Delroy Wilson. Sarge. Charmers, 1976.
(5) Delroy Wilson. Worth Your Weight in Gold. Radiation, 2017 (ed.or. Burning Sounds, 1984).
(6) Con todo, resulta sencillísimo admirar y amar a Delroy Wilson. Basta con escuchar sus primeras piezas a las órdenes de Bunny 'Striker' Lee (como el "Double attack" o el "Drink wine", ambas canciones recopiladas en Bunny 'Striker' Lee's Early Reggae Productions, Pressure Sounds, 2014), o sus indiscutibles aportaciones al rocksteady (como "Run, run" o "Riding for a fall", ambas en Studio One Rocksteady 2, Soul Jazz Records, 2017).
(7) Ken Boothe. Got to Get Away Showcase. Burning Sounds, 2017 (ed.or. Phill Prat, 1978). Vale la pena indagar en sus trabajos más antiguos, compilados en discos tan fascinantes como los siguientes: Safe Travel With Phill Pratt and Friends 1966-1968 (Pressure Sounds, 2005), "Sweet song for my baby·; This Is Trojan Discs 1 & 2 (Trojan Records, 2016), "Everything I owe" y "Crying over you"; Studio One Rocksteady (Soul Jazz, 2014), "Home, home, home", "When I fall in love" y "Moving away".
(8) Leroy Smart. Dread Hot in Africa. Burning Sound, 2016 (ed.or. Burning Sounds, 1977).
(9) Jonathan Culler. Theory of the Lyric. Cambridge, MA: Harvard University Press, 2017.
(10) Lo ha declarado recientemente, por ejemplo, en el monográfico de la revista Uncut sobre The Clash (Junio 2017), en que "(White man) in Hammersmith Palais" es considerada la mejor canción de la banda.
En la imagen, una fotografía reciente de Don Letts, en Porto Calling (Oporto), junto a Pedro Branco. Pedro Branco es propietario de esa tienda y uno de los mejores conocedores de la obra de Joe Strummer a nivel mundial.
(11) Mikhail M. Bakhtin. The Dialogic Imagination. Austin, TX: The University of Texas Press.
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