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Sin querer queriendo

Allá por los años ochenta (del siglo pasado), ventanas, balcones y tejados se llenaron de antenas parabólicas que abrían las cajas tontas de los hogares españoles a las tonterías de las televisiones extranjeras. No todo lo que parabolizábamos era malo, sin embargo. Yo, por ejemplo, descubrí entonces al Chavo del Ocho en la inefable Galavisión mexicana. El Chavo del Ocho era una especie de bastardo que Cantinflas hubiese dejado en un vecindario cualquiera del DF, donde vivía en un tonel, como Diógenes el cínico, falto de toda educación, pero sobrado de inteligencia. Recordando al Chavo del Ocho he conseguido explicarme por qué el Gobierno de España™ optó (inadecuadamente, según el TC™, pero sin mayores consecuencias) por no activar la figura del Estado de Excepción para suspender las libertades básicas de los españoles en marzo de 2020, decretando en su lugar una especie de equivalente funcional por ley orgánica (no necesitado de refrendo parlamentario). El Chavo del Ocho sabía perfectamente que las cosas se pueden hacer sin querer, queriendo o sin querer queriendo. El Gobierno de España™ eligió entonces la tercera vía. Suspendió orgánicamente, sin anular excepcionalmente, las libertades básicas de los españoles. Queriendo, pero sin querer.




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