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Turismo accidental

Leeds, UK

perropampa™

listening to music is traveling #5

Leeds UK____________________________________

listening to music is traveling (5)perropampa™
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Para Robin 'Summerisle' Webb, claro

At home he feels like a tourist

He fills his head with culture

He gives himself an ulcer

Gang Of Four, «At home he's a tourist» (Entertainment, 1979)

El turista accidental planea a veces viajes que provocan la admiración de sus amigos. Por ejemplo, Londres-Edimburgo, por carretera, atravesando la columna vertebral de la Gran Bretaña y descubriendo la sensación de conducir por el carril izquierdo con el volante a la derecha. El turista occidental les oculta que la verdadera motivación de ese atrayente viaje es la larga escala que piensa dedicar a Leeds, West Yorkshire, UK. Una escala que, para él, comenzó ya accidentalmente en 1976 (Gang of Four) y se mantiene esencialmente hasta el presente (Yard Act). Entre unos y otros: The Mekons, Delta 5, Girls At Our Best!, The Three Johns, Red Lorry Yellow Lorry, The March Violets, Scritti Politti, The Wedding Present, Pale Saints, I Like Trains, The Cribs, Nightmares on Wax (omite lo que no le gusta o aburre; también lo que olvida o no conoce, claro).

De Leeds, West Yorkshire, UK, el turista accidental sabe que es actualmente el motor auxiliar de la economía de Inglaterra y la tercera urbe con más población (la cuarta si consideramos las áreas metropolitanas). Recuerda además vagamente la final de la Copa de Europa de 1975 que el Leeds United, después de eliminar al Barcelona, jugó y perdió en París (así acaban casi todas las historias que realmente valen la pena) contra el Bayern de Múnich. Aquella final convirtió al equipo blanco en una de sus (escasas) debilidades futbolísticas para el resto de su vida, en la que el fútbol ocupa un lugar muy pequeño en el que no caben equipos grandes. Y muy poco más, la verdad: que le gusta el nombre del río que atraviesa la cuidad (Aire), que se encuentre al abrigo de los Montes Peninos y que de Jumbo Records, Merrion Center, Merrion Street, proceda buena parte de la colección de discos, tal vez la más querida, de uno de sus más admirados camaradas accidentales.

Leeds no es Manchester. Y ese es uno más de los atractivos de la capital de West Yorkshire para el turista accidental. El turista accidental tiene fibras demasiado sensibles conectadas con Joy Division, New Order, Durruti Column…, las producciones de Martin Hannet y los diseños de Peter Saville. Buzzcocks, The Fall, Magazine, The Smiths, The Waltones, Inspiral Carpets, The Stone Roses, I Am Kloot, The Verve, The Chemical Brothers, The Ting Tings, Autechre… ¡Wu LYF! (omite lo que no le gusta o aburre; también lo que olvida o no conoce, claro). La lista es de tal envergadura que Wikipedia™ la ordena alfabéticamente y dedica a cada letra inicial bastantes más nombres que a las bandas originarias de casi cualquier otra cuidad del mundo. Manchester desborda el temperamento frágil del turista accidental.

Al turista accidental le provoca un sudor gélido y violentos temblores la simple idea de imaginarse en mitad de todo ese furor creativo. Le atemoriza, además, imaginarse frente a la antigua Factory (hoy, aún en pie, moderna Factory) y que no le sobrevenga un buen ataque de eso que llaman el «síndrome de Stendhal» o «síndrome de Florencia». Su fisiología emocional es tan débil (o tiende tanto a la autoprotección emocional) que teme enfrentarse a ese templo en que tuvieron lugar muchos de sus mejores sueños y que su cuerpo responda con un estúpido «no siento nada». Sería como si su adolescencia (esa larga adolescencia que aún colea en su interior) perdiera de golpe cualquier sentido. (En cambio, no simpatiza con el Manchester United y menos aún con el Manchester City. Podría visitar, sin temor ni temblor, los estadios respectivos).

Leeds no es Manchester. Leeds, West Yorkshire, UK, es un destino accidentalmente perfecto.

Leeds fue y sigue siendo uno de los más interesantes polos universitarios ingleses. A finales de los años setenta del pasado siglo fue escenario, aunque poco de esto haya trascendido, de algo semejante a lo que unos años después se llamó «college rock» en los Estados Unidos y Canadá. De ese caldo de cultivo colegial surgió la gran terna original del punk (¿post-punk? ¿pre-postpunk?) leodensiano: a saber, Gang Of Four, The Mekons, Delta 5. Marxismo, feminismo, sonoridad agreste, sororidad agresiva, provocación, baile, experimentación, sorpresa… ¡Phunk! En su ya larga existencia, los Gang Of Four y The Mekons, ambas aún activas, han sido y dejado de ser varias bandas diferentes al mismo tiempo que la misma banda inconfundible. La debilidad del turista accidental, en cualquier caso, son los efímeros Delta 5, a pesar de la decepcionante sonoridad de su único LP de estudio (See the girl, 1981). Sin embargo, la recopilación de sus singles, sesiones para la BBC y fragmentos de un directo en California, todo ello entre 1979 y 1981 (edición en CD de 2006 y en vinilo de 2019), se encuentra entre su música predilecta de toda la deslumbrante música británica de esos años.

 

Legiones de entomólogos han intentado avistar sin éxito un evasivo insecto de metamorfosis inversa. Se equivocan los que, rendidos, lo han declarado fruto de la imaginación popular. También de existencia efímera (¿puede no serla la de cualquier organismo punk? –se pregunta el turista accidental), fue identificado en Leeds entre 1979 y 1982. Comenzó su ciclo vital como The Butterflies. Pruebas irrefutables de su existencia: un puñado de combativos singles y un vibrante LP (Pleasures, 1981). Su must: la demo convertida en single «Warm girls/Getting nowhere fast». Nombre científico: Pterygota leodensiensis, aka Girls At Our Best!

La versión leodensiana de la oscuridad mancuniana (al turista accidental le pierden los gentilicios) son The Three Johns, Red Lorry Yellow Lorry y The March Violets. Al turista accidental le fascina el toque brutalista que los distingue de la sofisticación de Joy Division, los primeros New Order o los Magazine, por más que prefiera a estos últimos. Hace ya unos cuantos años, cuando todo quisque con un ordenador pudo empezar a beneficiarse alegal o ilegalmente (no lo sé muy bien) de archivos de todo tipo instalados en servidores rusos clandestinos, el turista accidental abusó de la amistad de un amigo versado en las cloacas de internet para que le descargase toda la oscuridad leodensiana que le fuese posible. Y le fue posible descargar, literalmente, toda. Los cables eran lentos por aquel entonces, la operación duró días. Desde entonces, el turista accidental ha ido consiguiendo muchos de esos discos en tiendas de segunda mano de las más diversas cuidades. Sin embargo, aquellos devaluados archivos siguen siendo oro para él.

 

 

El turismo accidental suele asociarse a formas patológicas de cobardía emocional. Así, el turista accidental se expone a medias o directamente se evade de aquello que anticipa que pueda causarle una emoción insoportable. El suyo es un escapismo de manual. Sin embargo, la emoción es astuta y sabe, de vez en cuando, jugarle malas pasadas.

No hace mucho (aunque no consigue datarlo de memoria, los años pandémicos han echado a perder su capacidad de computar el tiempo pasado), el turista accidental acudió, como cada año hasta hace muy poco, a la versión abreviada y transfronteriza de un conocido festival musical de primavera. Tal como era costumbre, por razones que no vienen al caso, pasó la primera jornada en solitario, marcándose un menú musical bajo en calorías emocionales y abundantes huecos reservados para otras distracciones paralelas (refrigerios, merchandasing, simple deambular curioso entre la flora y fauna propias de esos acontecimientos). A media tarde se dispone a escuchar a un grupo que no conoce, aunque le sorprende el aspecto más bien veterano de sus componentes. La tarde es espléndida.

 

El concierto avanza y el turista accidental no consigue decidir si la música que está oyendo le gusta o no. Demasiado instrumentada, le sobran el piano y la sección de metal, el coro femenino le parece innecesario (por coro, no por femenino), aunque le atrae el zumbido guitarrero que a veces consigue hacerse un hueco entre tanto refinamiento impostado. El cantante le parece (involuntariamente) gracioso, con su aspecto de crooner decadente al que parece más fácil imaginar enfundado en un mono de trabajo lleno de grasa. Intenta limar todas esas asperezas de lo que está viendo y oyendo y lo que consigue escuchar interiormente no le desagrada. Más aún, le agrada… más aún, lo reconoce. Está escuchando un «remake» de uno de los discos recientes con que ha vuelto a rengancharse, bastante tiempo después, a los maravillosos The Wedding Present.

De golpe, el turista accidental ve frustrado su firme propósito de no verse expuesto a nada que pudiera perturbar su paz emocional. Se descubre escuchando a David Gedge, al frente de ese ¿pasatiempo? llamado Cinerama, con el que sobrelleva los periodos de barbecho musical que tan bien le vienen a The Wedding Present. Definitivamente, al turista accidental no le gusta lo que está escuchando (aunque luego descubrirá que los arreglos se deben a un gijonés genial llamado Pedro Vigil), porque le gusta mucho el Valentina (2012) de The Weddoes y le gustan, sobremanera, The Weddoes.

Al turista accidental se le ha echado la jornada a perder. Se refugia en una de las zonas cerveceras laterales y deja que suenen en su cabeza, uno tras otro, George Best (1987) y Bizarro (1989), sus discos favoritos de David Gedge y sus muchachos.

El turista accidental siente un respeto reverencial, algo limítrofe con el miedo, hacia esas pequeñas tiendas de discos capaces de transformar la visita a cualquier cuidad en la visita a la cuidad más interesante del mundo. En cualquiera de estas tiendas se oculta, en realidad, el mundo entero. Sus cajones y estantes son como pequeños alephs, a los que uno se asoma sabiendo que podrá ser vertiginosamente transportado a cualquier otro lugar del mundo. En uno de sus viajes esenciales a una ciudad que frecuenta, en un hermoso local vintage de efímera existencia (solo pudo visitarla un par de ocasiones más), consiguió reunir unos cuantos discos usados de esos capaces de alterar la fuerza de su flujo sanguíneo contra las paredes arteriales. Entre ellos, una copia de la primera edición para 4AD del largamente añorado The confort of madness (1990). La copia no estaba en el más deseable estado de conservación, pero al turista accidental le gusta que los discos usados contengan señales del disfrute que pudieron causar en sus compradores originales (también le entristece pensar en qué pudo llevarles más tarde a renunciar a ellos).

Los Pale Saints fueron, entre 1987 y 1996, una de las encarnaciones más originales de lo que suele llamarse «dream pop» o «shoegaze». El cóctel de influencias que es posible identificar en su fórmula musical (anoto, de una publicación especializada, psicodelia West Coast, paisley underground, C-86, avant-folk, post-punk espectral, pop mondo y lirondo) solo podría haber conducido al desastre o a lo sublime. Cualquier resultado habría merecido el esfuerzo, pero al menos ese primer álbum de 1990 roza sin lugar a duda lo segundo. Al turista accidental suele dejarlo en un estado de confusión y satisfacción semejante al que han conseguido provocarle ese puñado de cuidades paseando por cuyas calles ha sido capaz de perderse.

The confort of madness ha sido y sigue siendo en muchas ocasiones su reconfortante antídoto contra el peso de la lucidez.

El turista accidental, que es de esas personas que llevan su revolución a cuestas, bien oculta en el interior de su mente y sin más pretensión que imponérsela a sí mismo, envidia sanamente y admira a quienes consiguen transformar su descontento en grito y, mucho más, a quienes consiguen transformarlo en ráfagas de vómito lanzadas desde un escenario o desde los surcos de un disco. El turista accidental se quita el sombrero ante quien proclama su desprecio al idiota que solo canta lo que de él se espera y evita la implicación política porque sabe que el que parte y reparte es amable con quienes le son amables, con quienes rinden pleitesía a la bandera de la corrección. El turista accidental se entusiasma escuchando desear al idiota bien instalado un buen viaje en la trasera de una ambulancia, con el micro profundamente incrustado en el culo. Es turista accidental es discreto en sus maneras, pero radical en su manera de entender el mundo. Al turista accidental el desprecio le parece una de las bellas artes.

Al turista accidental le emociona pensar que la cuidad en que el marxismo se hizo punk y el feminismo un método de danza indómita sigue pariendo hijos de lengua y púas afiladas:

La pesada carga del descontento,

la obligación constante de que las cosas tengan sentido,

ni cede, ni se arrepiente.

¿Cómo conseguir ser disonante?

Yard Act, «The overload» (The overload, 2022)

TRES RECOMENDACIONES (Y POR QUÉ)

1. Delta 5. Singles and sessions 1979-81. Kill Rock Stars, 2019.

Porque ninguna colección de discos está completa si no incluye este. Y porque el turista accidental habría vendido su alma al diablo por haber sido un/a Delta 5.

 

 

2. The Wedding Present. George Best. Reception, 1987.

Porque el turista accidental no conoce otro disco que le contagie como este unas ganas tan irreprimibles de cantar. Y porque tiene la portada más punki de la historia.

 

3. Act Yard. The overload. Zen F.C., 2022.

Ya lo he dicho: porque son la demostración de que Leeds sigue dando hijos de lengua y púas afiladas. Y porque entusiasman a Natalia Casado García, cuyos gustos musicales son todo un laberinto.

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