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What a deal, Kim!

Oviedo, 28.03.2020

 

A la pobreza galopante de directos en mi tierna y no tan tierna juventud, he intentado poner remedio en los últimos años matando muchos pájaros de un tiro en los festivales de primera o verano. Sé que es algo tramposo y que no tiene gran mérito. Pero yo debo a esos jolgorios estivales el poder haber visto y escuchado en tiempos recientes, a veces para bien o muy bien y a veces para mal o fatal, algunos de mis héroes musicales más veteranos. Uno de los peores viajes, y bien que siento decirlo, fue el de quienes durante buena parte de los ochenta y noventa fueron para mí “the only band that mattered”, los Pixies, que habían sacado ese año el Indie Cindie, un disco que me parece respetable. No pasé de la tercera canción, creo, una interpretación insufrible del tema Madgalena 318. Black Francis daba la impresión de no saberse del todo la canción, más bien tonta, por lo demás, y que temía que se le fuera de las manos de un momento a otro. Me fui a otro escenario y creo que acerté. Aquellos Pixies eran una sombra, mucho más que pálida, de aquellos otros Pixies que conseguían conjugar lo sórdido, lo bello, lo profundo, lo insolente y no sé qué más, para producir, contra todo pronóstico, canciones que te dejaban sin respiración. Como contrapartida, uno de los mejores de esos conciertos con toque nostálgico se lo debo a la otra gran artífice del sonido Pixies, Kim Deal, que en el mismo festival, pero en una primavera diferente, deleitó al personal con sus mucho más frescos The Breeders. Supongo que Kim jugó con cierta ventaja, porque su show consistió en una interpretación íntegra del mítico Last Splash, el disco que la banda editó en 1993. Puede que a algún asistente el espectáculo lo dejase indiferente, porque lo que allí sonó fue… el Last Splash, tal cual, sin concesiones para la improvisación o la reinvención. Pero si tienes algo como el Last Splash, ¿para qué estropearlo?

Los festivales de primavera/verano en los que he estado en los últimos años desmienten la imagen gamberra e indisciplinada de los músicos de rock (en un sentido amplio). Los conciertos empiezan rigurosamente a la hora a que deben empezar y acaban en punto, a tiempo de dejarlo todo listo para el siguiente ocupante del escenario. Tiene algo de sistema de producción en cadena, pero es perfecto para organizar el sudoku que supone administrar tanta y tan atractiva oferta, sin descuidar otras atracciones paralelas de esos eventos. Hay que comer, beber, comprar camisetas y discos, etc. En mi experiencia de unos cuantos años, solo ha habido una ocasión en que los artistas gustaron, se gustaron y, contra el dictado explícito de la organización, se liaron a regalar bises en un horario en que no correspondía. Salieron del escenario empujados por el servicio de seguridad. Fueron The Breeders. Para delirio del público y desesperación, supongo, de los dueños del tinglado, los 40 minutos que dura el Last Splash les supo a poco.

No está completamente claro en qué momento dejó Kim Deal de formar parte de los Pixies. El anuncio oficial se hizo en 2013, poco antes de la publicación de Indie Cindy, pero la banda no sacaba discos desde 1991 (Trompe Le Monde) y tanto Francis como Deal estuvieron todo ese tiempo dedicados a sus proyectos personales por separado. Si uno repasa los créditos de los Pixies hasta ese año de 1991, puede llegar a la conclusión de que Pixies era en realidad el grupo de Black Francis. Seguramente fue así. Pero entonces es necesario concluir al mismo tiempo que Kim Deal, un poco a la manera de Brian Jones con los primeros Stones, era la componente capaz de imprimirle toda su magia al grupo, a pesar de no haber participado apenas en la composición de las canciones. En general, me gustan los discos de Black Francis/Frank Black, pero confieso que necesito aportar un extra de entusiasmo para acompañar su audición, que se convierte en bastante más que un extra cuando se trata de los tres últimos discos de los propios Pixies, en especial los dos últimos. En cambio, casi cualquiera de los discos de Kim Deal al frente de The Breeders o The Amps tiene la capacidad de transmitirme ese entusiasmo sin necesidad de impostarlo. Estoy seguro de no ser el único que lo piensa: el verdadero “cheerful mischievous sprite” (aka "pixie") de los Pixies era Kim. Me gustan todos los discos de The Breeders/The Amps. Ninguno suena a repetición del anterior, todos tienen su personalidad. No necesito decidir cuál me gusta más. Depende de la ocasión y de mi propio estado de ánimo.

Y para que no parezca que pienso que Kim es perfecta, un defecto: no me gusta como canta en español. Los Pixies lo hacían de una manera tan disparatada que resultaba maravillosa; Kim intenta hacerlo tan bien… que le sale fatal. Qué le vamos a hacer. Eso sí, me resisto a acabar con la única mancha que se me ocurre en su envidiable CV musical. Cierro con un raro punto a su favor: The Breeders es uno de los pocos grupos en que curiosear en todo ese material que habitualmente se nos "regala" en CDs y descargas digitales no es una pérdida de tiempo. Está lleno de tesoros. Quedáis avisados.

perropampa™

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So Sad About UsThe Breeders
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CannonballThe Breeders
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She's a GirlThe Amps
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Archangel's ThunderbirdThe Breeders
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